Un día de verano, dos hermanos gemelos echan una carrera por las callejuelas de su ciudad. Como si de magia se tratara, uno de ellos desaparece sin dejar rastro al doblar una esquina. La pérdida del adolescente sume a la familia en un profundo dolor, que lo intenta paliar volcándose de lleno en la preparación del festival de Shara.
Este sufrimiento es el hilo principal de la película. Cada miembro de la familia lo lleva de una forma personal, intentándolo asumir para aceptar que la vida continúa. El caso más curioso me parece el del hermano gemelo, que vuelve a visitar el lugar de la tragedia varias veces. Es una calle muy estrecha y larga, con una puerta al principio donde se detiene reiteradamente, como preguntándose si de verdad todo ocurrió en esa misma entrada, casi delante de sus narices.
Me gusta mucho la cámara en mano, su forma de registrarlo todo con ese leve bamboleo, porque parece que realmente hay un espectador furtivo en la escena. De hecho, al principio de la película cuando se exploran las habitaciones, canaletas, patios, ventanas y demás rincones de la casa, creía que realmente era una persona en búsqueda de esas inocentes voces de niños que se oían de fondo.
Quizás me han despistado un poco algunos rituales que se muestran en la peli, mi cultura sobre el folclore japonés es más que limitada... pero su papel en el film me ha causado una gran impresión. Son como un tira y afloja entre lo tradicional y lo moderno. Pese al dolor que provoca la pérdida de un ser querido, los familiares, en especial el padre y la madre, se aferran a estos actos de purificación ancestrales. En muchas escenas, se refleja que la vida moderna de la ciudad sigue su curso, pese a ir acompañadas de sonidos ceremoniales. Esta música, que solo es audible para el espectador, parece omnipresente en toda la familia y los habitantes de la ciudad.
Aquí os dejo un vídeo del festival de Shara!
Este sufrimiento es el hilo principal de la película. Cada miembro de la familia lo lleva de una forma personal, intentándolo asumir para aceptar que la vida continúa. El caso más curioso me parece el del hermano gemelo, que vuelve a visitar el lugar de la tragedia varias veces. Es una calle muy estrecha y larga, con una puerta al principio donde se detiene reiteradamente, como preguntándose si de verdad todo ocurrió en esa misma entrada, casi delante de sus narices.
Me gusta mucho la cámara en mano, su forma de registrarlo todo con ese leve bamboleo, porque parece que realmente hay un espectador furtivo en la escena. De hecho, al principio de la película cuando se exploran las habitaciones, canaletas, patios, ventanas y demás rincones de la casa, creía que realmente era una persona en búsqueda de esas inocentes voces de niños que se oían de fondo.
Quizás me han despistado un poco algunos rituales que se muestran en la peli, mi cultura sobre el folclore japonés es más que limitada... pero su papel en el film me ha causado una gran impresión. Son como un tira y afloja entre lo tradicional y lo moderno. Pese al dolor que provoca la pérdida de un ser querido, los familiares, en especial el padre y la madre, se aferran a estos actos de purificación ancestrales. En muchas escenas, se refleja que la vida moderna de la ciudad sigue su curso, pese a ir acompañadas de sonidos ceremoniales. Esta música, que solo es audible para el espectador, parece omnipresente en toda la familia y los habitantes de la ciudad.
Aquí os dejo un vídeo del festival de Shara!