La leyenda del tiempo (1979) es uno de los discos más laureados de Camarón, dedicado a Federico García Lorca y donde el flamenco explora nuevas formas abriéndose a la fusión. Alrededor de la figura de este maestro, girán la historias de Isra y Makiko, dos personajes opuestos e iguales al mismo tiempo. Isra es un jovén cantaor gitano que no puede cantar porque ha de guardar luto por la muerte de su padre. Makiko es una enfermera de Tokyo que viaja a la isla gaditana de San Fernando para aprender a quejar su voz como la de Camarón. Esta contraposición se une en el sentimiento que expresan con lo que hacen. Ya sea el dolor por la ausencia de la figura paternal, como la imposibilidad de la japonesa por comunicar sus sentimientos ya que no consigue asimilar el cante. Isra y Makiko son dos personajes en busca de un cambio radical en sus vidas y lo expresan delante de su único nexo de unión, un marinero japonés confidente de ambos. Los diálogos entre los personajes principales son intrascendentes, sencillos, pero de una sinceridad desnuda. Son situaciones observadas desde la corta distancia, la suficiente para llegar a captar momentos realmente íntimos.
Tanto el disco como la película son obras paralelas, transcienden los límites de la música y el cine respectivamente. Centrándome en la película, la situo (por intentar guiaros un poco) en la onda dramática de No quarto da Vanda de Pedro Costa (2000) y la documental de Innisfree Jose Luis Guerín (1990), para acercarse a otra obra de este último, En construcción (2001). Hace unos años vi la ópera prima de Lacuesta, Cravan vs Cravan (2002), un documental en el que ya mostraba su singularidad a la hora de realizar cine, pero es en La leyenda del tiempo donde rompe todas las barreras de este género.
Rodada con solo dos cámaras y sin guión fijio, Isaki Lacuesta ha creado una referencia del cine español de nuestra década.
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