Alguien que se aventura a escribir un poco sobre cine, sea de la forma que sea (en mi caso de manera humilde) y que pretenda destripar el cine de un director aunque sea a grandes rasgos, debería de comenzar por ver sus películas cronológicamente. Con más razón todavía, si se descubre a ese director gracias a una película cualquiera de su filmografía y se convierte en interés personal.
Debido a la falta de tiempo por culpa de la uni, el placer vacuo que encuentro últimamente en la dejadez, el desinterés en investigar nuevas referencias y/o referentes culturales, y otras ocupaciones que suelen rondar por mi cabeza loca, me salto a la torera todo mi discurso anterior.
Esto no me impide desenmascarar lo que es de por sí evidente y lo que me atañe en estas líneas, que es el cine de Leos Carax. Solo he visto dos de sus films, este y Les amants du pont neuf(1992). Visto que la transgresión y el formato propio a la hora del rodaje se mantiene y se desarrolla entre estas obras, además de estar muy logrado, resulta fácil deducir que Leos Carax fue un renovador del cine francés. La resaca de la nueva ola francesa fue precisamente eso, una resaca cuyas bases de innovación cinematográfica caducaron ya en los 70.
En Mauvais sang nos topamos con un cine extremadamente rejuvenecedor, lleno de vitalidad a pesar de la historia sencilla que cuenta. El virus STBO, que se encuentra aislado en un laboraorio, mata a las personas que hacen el amor sin un sentimiento real. Marc y la Americana son dos enemigos que quieren robar el virus y para ello necesitan contratar a alguien experto con las manos, Alex(Denis Lavant). A partir de este esbozo, Carax traza un vínculo de relaciones personales como él solo sabe hacerlo, basadas en un profundo amor y en obsesiones desorbitadas.
Aparte, Carax tiene un talento único para confeccionar todo tipo de situaciones. Por ejemplo: el paso del Cometa Halley causa un fuerte calentamiento que quema los pies de Anna(Juliette Binoche), o como Alex se hace rehén de sí mismo apuntándose a la cabeza con un revólver. Son pequeñas cosas que en conjunto dan forma a un cine muy personal y atractivo. Por otro lado, en estas escenas también hay un hueco enorme para la experimentación visual, mención especial para la fotografía y el manejo de la cámara, a veces muy atrevidos y arriesgados: primeros planos de pies corriendo, una coreografía alocada de "Modern love" de David Bowie, cambios de color a blanco y negro...
Os dejo unos de los saltos de paracaídas más entrañables que he visto:
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